lunes, 29 de octubre de 2012

Cine y educación: Los niños salvajes (Els nens salvatges)

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Reiniciamos la serie de artículos sobre cine y educación que empezamos con Profesor Lahzar, allá por el mes de julio. En esta ocasión es a propósito de Los niños salvajes/Els nens salvatges, que he podido ver en versión original, es decir, en catalán y castellano. En el enlace podéis ver los datos de la película, dirigida por Patricia Ferreira. (Ver ficha técnica) El film recoge una temporada en la vida de tres adolescentes que estudian en el IES Montserrat Roig, del área metropolitana de Barcelona.  Además, refleja con fidelidad lo que ocurre en las aulas, un poco al estilo de La clase, pero en este caso no se centra tanto en los temas educativos, sino que profundiza en las relaciones familiares, por un lado, y la socialización de los adolescentes con sus iguales, por el otro. Además, ofrece un retrato de la diversidad lingüística en Cataluña, donde conviven catalán y castellano con mucha naturalidad; ese aspecto también es fiel a la realidad. 
Àlex, Gabi y Oky son dos chicos y una chica de quince años, compañeros de clase en tercero de la ESO. Con quince años, viven realidades muy distintas: mientras que los padres de Àlex pasan dificultades para salir adelante con el bar que regentan, los de Laura (Oky) viven desahogadamente en una vivienda unifamiliar, y los de Gabi también disfrutan de una posición económica estable. Los tres amigos buscan salidas al aburrimiento, a no saber qué hacer una vez fuera de clase. No siempre respetan la ley, aunque tampoco delinquen violentamente. Simplemente, buscan diversión sin tener en cuenta las consecuencias. Cada uno a su manera está aislado: Àlex por su trayectoria conflictiva en el instituto; Gabi por unas expectativas paternas que le superan y le hacen tener problemas académicos; y Oki, que tiene todo para ser una buena hija y alumna, se aburre en su vida cotidiana de niña acomodada. 
El planteamiento de tres amigos, dos varones y una mujer, me ha recordado la estupenda Soñadores, de Bertolucci, aunque aquella trataba mucho más las relaciones personales de los tres jóvenes. Aquí, el triángulo amoroso se insinúa, y no es, ni mucho menos, uno de los puntales de la historia.
Los padres, a mi entender, están un tanto estereotipados. Son tres familias que continúan unidas, los padres siguen juntos, aunque esto signifique relativamente poco para los hijos. Llama la atención la incomunicación entre progenitores y adolescentes: es un factor que explica bastantes cosas. No es responsabilidad de los padres, solamente. Los jóvenes actúan sin tenerles en cuenta, y tampoco abren vías de comunicación con ellos. Las situaciones que viven, diversas pero parecidas, implican un alto grado de desconocimiento de los padres sobre qué hacen, cómo se divierten, si toman drogas... Parecen mundos paralelos, que se juntan fugazmente ante el televisor. 
Àlex, que como hemos dicho es un alumno complicado por un carácter poco dado a obedecer, ve una tabla de salvación en un curso para ilustradores urbanos; él forma parte de un grupo de grafiteros y tiene buena mano con el dibujo. El curso es en Amsterdam, y no tiene dinero para acudir. Sin embargo, mantiene su ilusión con la ayuda de la orientadora escolar (a quien da vida una creíble Aina Clotet). Este será el hilo conductor de la narración, ya que todos los protagonistas se implican, de alguna manera, a favor o en contra de esa posibilidad, de esa vía de escape que Àlex quiere aprovechar a toda costa. Sus amigos Laura y Gabi intentarán ayudarle, ante la incomprensión de sus padres, que no entienden esa solidaridad ingenua propia de la juventud. Y ahí está otra de las claves de la película: al despreciar el acto de generosidad que intentan hacer, se acaban de romper los escasos lazos de comunicación que había entre Oki y sus padres. Gabi, por su parte, ve ridiculizados sus esfuerzos por ayudar a Àlex.
El profesorado, por su parte, está retratado con gran verosimilitud. Al igual que con los padres, que representan distintos modelos de paternidad, aquí encontramos toda la diversidad de profesores que pueblan los IES: la enrollada, que da Historia del Arte; el serio profe de mates, preocupado por su área y poco más; la profesora de literatura, con problemas depresivos y pocas ganas de inmiscuirse en algo más que en sus clases; y el profesor de biología, un profesor quemado y sin esperanzas sobre sus alumnos más difíciles. Es el que siempre pone en duda la utilidad del refuerzo y asesoramiento a los niños y jóvenes con problemas. Que pide que se ocupen más de los que "se esfuerzan". Un discurso, por cierto, que se extiende en los centros y que no podemos aceptar sin más. 
Las escenas en el centro escolar son un ejemplo de naturalidad, en un doble sentido: no hay artificiosidad, todo parece auténtico, por una parte; y por otra, podrían pasar por una narración naturalista, en un sentido literario. Es, con mucho, lo mejor del film. 
La trama avanza de manera discontinua, con unos saltos hacia atrás que no aportan, a mi entender, nada a la narración, y que en algunos momentos pueden resultar irritantes. La película flojea en ese sentido, en mi opinión. No es una obra de suspense, ni necesita serlo. Y da más importancia a los temas familiares y relacionales que a lo educativo, que es tratado como una parte más de la vida de los protagonistas, que se desarrolla en los tres ámbitos citados: además del colegio, la vivienda familiar y por último la calle, los parques donde se reúnen para beber, fumar y charlar. También me llama la atención la ausencia de espacios adecuados para que los jóvenes puedan estar y pasar ratos interesantes e incluso agradables. Por el contrario, ocupan el espacio público de parques, sobre todo, y allí pasan el tiempo. Preocupante panorama el que se da de una ciudad como Barcelona, aunque podría ser Valencia, Madrid, Málaga... 
Otra conclusión que se puede extraer de la película es la soledad en que viven los adolescentes: aunque tengan familias, no hay apenas comunicación. Aunque tengan amigos, sus relaciones son más bien superficiales y los grupos se forman y deshacen con facilidad. Aunque tengan profesores, pocos de ellos muestran un interés humano, más allá de lo estrictamente académico relacionado con su asignatura. Y a estos jóvenes, ¿quién los educa? 
El final, al que nos va encaminando la narración un tanto artificiosamente, me parece exagerado, he de decirlo como lo siento. Si se ha buscado una metáfora de la necesidad de cambio, se les ha ido la mano. Si, por el contrario, quiere mostrar la inutilidad de las cosas materiales cuando falta el afecto, el ejercicio responsable de la paternidad más allá de la exigencia o de la complacencia, tampoco me parece la manera más probable de terminar la historia. Pero no todo puede ser perfecto. Ni en el cine, ni en las aulas.

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