miércoles, 3 de abril de 2013

La sonrisa de África y otras razones


Desde hace tiempo, el tema de las salidas extraescolares en las etapas obligatorias de la enseñanza es objeto de un debate, a veces enconado, entre partidarios y detractores de las mismas. En pocos años, hemos pasado de una situación en que las salidas eran una práctica normal, habitual en los centros, a otra en que se han restringido o eliminado del todo. No me consta que existan estadísticas sobre la disminución de actividades extraescolares, pero el debate ha estado en los claustros, en la prensa, en la red. Y, por las quejas del sector de transporte de personas en autobús, el descenso ha sido importante. Hablo sobre todo de la educación valenciana, pero, por lo visto y leído en Twitter, creo que es extrapolable al conjunto de España. Y esto, ¿por qué?
En principio, la eliminación o reducción de salidas fue una respuesta a la rebaja de sueldos que sufrimos los docentes durante el curso pasado, a distintos niveles según las autonomías. Esa respuesta para algunos ya fue desafortunada desde el principio. Es verdad que tampoco se estaban abonando las cantidades asignadas a los centros, lo que dificultaba, en algunos de ellos, el normal desempeño de la práctica educativa, pues faltaba combustible para calefacción, mantenimiento de fotocopiadoras... Las medidas de protesta se llevaron por delante, en muchos colegios e institutos, celebraciones como el Día de la Paz y No Violencia, el 30 de enero (en mi centro son dos años los que llevamos sin celebrarlo) e incluso la falla escolar, en aquellos centros valencianos que tienen esta costumbre, bien arraigada por otra parte. No hubo salidas de fin de curso, ni trimestales. Los alumnos se quedaron sin ese viaje en autobús que supone, sin duda, uno de los alicientes en educación primaria e infantil, uno de los días que se recuerda. Y en muchos claustros se pretende que se siga así, sin salidas, ya de manera definitiva.
Otra de las razones esgrimidas para evitar las salidas tiene su peso, aunque no ha habido cambios en la normativa; esto ya ocurría desde 2001. La administración educativa -en Valencia al menos- no se hace cargo de la responsabilidad civil de aquellos accidentes que ocurran fuera del recinto escolar, quedando así los docentes desprotegidos en caso de accidente, siniestro o cualquier percance acaecido en el desarrollo de la excursión. Sin embargo, hasta el curso pasado la mayoría de docentes participaba en varias salidas al año, sabedores de esta situación, pero también confiando en la buena voluntad de todas las partes. 
Por mi parte, siempre he sido defensor de las actividades extraescolares: me parecen una parte fundamental de la educación formal, porque suponen una constatación de la realidad, un contacto directo que la escuela no permite con normalidad, ya que en ella se impone la representación didáctica. La salida, con un poco de preparación, se convierte en una experiencia y, para los alumnos, en un acontecimiento. Privarles de ese espacio de conocimiento es un error, y para algunos alumnos, una injusticia. Me explicaré.
Hace unos años, estaba de tutor de tercer ciclo de E.P. Hicimos una salida, en el segundo trimestre, a Valencia capital. Una alumna de sexto, de mi tutoría, no solía venir a esas excursiones. Sin embargo, en  aquella ocasión pudo formar parte del grupo. Se pasó el día haciendo fotos, preguntando cosas, atendiendo a las explicaciones... De hecho, una vez acabado el recorrido por el centro, a la hora de comer, me preguntó si íbamos a ver más cosas. Entonces me di cuenta de su excitación, de sus ganas de aprovechar todo el tiempo. Estaba eufórica. No recuerdo haber visto a África así, tan contenta, en el año entero que estuvo en mi tutoría. Para ella, ir a Valencia era un acontecimiento. Sus circunstancias familiares se lo ponían complicado. Los profesores intentábamos rebajar al máximo el precio de la salida, negociando entradas colectivas, adaptándonos al mejor horario para el autobús... a fin de que cuantos más alumnos pudieran participar, objetivo que normalmente se conseguía.
Podría contar más historias: cómo llevamos a grupos de alumnos de sexto a Masella, en el Pirineo, o a Valdelinares, en Teruel, a aprender a esquiar. La satisfacción de los chavales a pesar del cansancio, del frío que nos recibió en las pistas turolenses, con ventisca. O cuando visitamos una granja escuela cerca de Segorbe, durante tres días. Y en innumerables salidas de nueve a cinco, en las que siempre volvíamos contentos. El aprendizaje vital que realizan. La autonomía que consiguen. Hablamos de alimentación, de deporte, de contacto con la cultura, de organizarse en grupos y tener que tomar decisiones, de convivir en un ámbito no escolar...Y ahora, ¿hemos de renunciar a todo eso? Yo creo que no. Por muchas razones. 

lunes, 1 de abril de 2013

¿Por qué tengo un blog?

En marzo, Educar en tiempos inciertos, este blog, cumplió un año. Tras pensarlo bastante, y animado por insignes usuarios de Twitter, como @xarxatic, me decidí a abrir este espacio de reflexión, de comentario sobre educación. No se entendería mi blog sin Twitter, que fue un primer paso en el contacto con otros docentes en la red. En mi timeline no sólo hay profes, evidentemente. Mis intereses van más allá de la educación, como nos pasa a todos. Es enriquecedor saber acerca de otras profesiones, otras parcelas de la sociedad. Así, periodistas, algunos escritores y trabajadores sociales, principalmente, forman parte de la lista. Contrariamente a lo que se piensa, hay periodistas majos, que responden, o incluso siguen a más de cien... También me interesa seguir a aquellos que hacen un uso distinto de Twitter, si se me permite la expresión, y que sorprenden con su ingenio, adaptándolo a los 140 caracteres, y dejan comentarios, juegos de palabras, experimentos con el lenguaje. Suelen tener su foto en blanco y negro.
Pero para mí, principalmente, Twitter constituye un instrumento de conocimiento entre aquellos que nos dedicamos a la docencia, sin importar la etapa, el lugar de trabajo, los años de experiencia... o el aspecto desde el que tratamos la educación. En Twitter coincidimos los maestros de primaria e infantil, los profes de secundarias, los docentes universitarios, y aquellos que están en enseñanzas especiales o no regladas... Luego están los que tuitean sobre TIC la mayor parte del tiempo, proporcionando información acerca de tecnologías aplicables al ámbito didáctico. Otros abordan la didáctica desde un punto de vista más clásico, citando a autores de referencia. Algunos se dedican más a cuidar y favorecer las relaciones personales, la empatía, a mejorar el clima social. Otro grupo, entre los que me encuentro, nos dedicamos más a lo organizativo-institucional, aunque sin desechar otros aspectos, en concreto la didáctica y, en mi caso, la relación entre cine y educación, que ha quedado plasmada en dos entradas del blog, y que continúa en ese espacio de libertad que es ceroenconducta.ning.com 
Banksy,  Arte floral callejero
Como decía, Twitter es un bazar donde puedes encontrar de todo: discusiones político-filosóficas con estrategas de pensamiento ágil y amplia cultura, charleta distendida sobre la actualidad, información valiosa sobre casi cualquier tema... También, es cierto, hay experiencias desagradables, trolls agazapados que en un momento saltan e insultan o descalifican. Algunos encuentros he tenido de ese estilo, y he sido testigo de otros tantos. Si se cuida la tweetlist, pocas veces aparecen (a no ser, y no es el caso, que uno tenga decenas de miles de seguidores). Pero los RT los carga el diablo... El insulto me parece especialmente impertinente, aunque no vaya dirigido a mí. 
Llevamos más de medio artículo y todavía no he hablado de por qué tener un blog. Los párrafos anteriores eran una introducción, muy necesaria, acerca de cómo y por qué inicié Educar en tiempos inciertos. Sin la experiencia de Twitter, no habría blog. Y esto es un hecho que quiero reconocer públicamente. Encontrar un nombre apropiado fue tarea ardua: no daba con el adecuado. Demasiado pretencioso, demasiado corto, inexpresivo... Hasta que recurrí a una obra de Mariano Fernández Enguita (@enguita en Twitter) que había leído unos años antes y que seguía consultando cada cierto tiempo: Educar en tiempos inciertosEse título resume la dificultad que encontramos hoy en la docencia: la incertidumbre, el suelo inestable sobre el que desempeñamos nuestra tarea diaria. 
El blog nace cuando el espacio de microblogging que es Twitter se queda pequeño porque se quieren compartir más elementos, reflexiones más amplias, y hacerlo no esporádicamente, sino con cierta periodicidad, esto es, con propósito de continuidad. La intención, sin embargo, sigue siendo la misma: compartir, con quien quiera leerlo, una reflexión sobre educación. Que además, esté bien construída, tenga referencias y permita, si se quiere, una respuesta por parte del lector. Ese es el ideal, no sé si siempre conseguido, que anima este blog. Escribo de aquello que me interesa, cuando tengo tiempo y argumentos. Sin lo uno -tiempo- o lo otro -argumentos- el producto no puede estar bien elaborado, que es lo que se intenta. 
El blog, en definitiva, es una respuesta que surge tras nutrirse, durante un espacio de tiempo considerable, de la información en la red: después de visitar muchos blogs, de leer a otras personas que aportan, aparece, al menos en mi caso, la necesidad de hacer lo mismo. En el proceso de construcción del entorno personal de aprendizaje, del P.L.E, en sus siglas inglesas (Personal Learning Environment), llega un momento en que quieres ejercer de prosumer, es decir, consumidor de información, pero también productor. Twitter permite esa dualidad desde el principio. El blog es el siguiente paso.


Sala de profesores: un retrato con sombras

Retomamos el blog con uno de sus epígrafes de más éxito, cine y educación. A lo largo de los ya casi doce años de esta aventura de opinar so...