jueves, 29 de junio de 2017

Balance desenfadado de un año como director

Cualquier día del mes de mayo. 8.52 am. Llego al despacho de secretaría, reconvertido en despacho del equipo directivo. Mi intención es redactar una nota para los compañeros de claustro sobre la recogida de libros a final de curso para su reutilización en el curso siguiente. A las 8.55 llega una madre preguntando por la beca de comedor, que ha salido ya. La atiendo y busco el formulario. A las 9 salgo para ayudar a la entrada del alumnado. 9.05 en el despacho otra vez, tras haber hablado con dos profes sobre un tema que les preocupa. Enciendo el ordenador, miro el correo electrónico. Dos convocatorias urgentes de la consejería, una notificación para un maestro y varios anuncios de material escolar (el filtro antispam está de vacaciones permanentes). Imprimo aquello que se ha de archivar, intento solucionar lo que pide la administración, reenvío la notificación al compañero. 9.52. Llaman al timbre de fuera: un alumno llega a esta hora del médico (pueden entrar a las diez, en ese caso). 10.04. Entra una maestra al despacho a preguntar si no ha venido el profe de inglés, que no ha llegado a su clase todavía. Falsa alarma. Sigo con lo mío. Suena el timbre. Es un representante de editorial que viene a dejar material y pide hablar con una profe a la hora del patio. 10.32. Me voy a la máquina de café a por un café, claro. Me encuentro con un maestro que me cuenta lo que le ha ocurrido en la clase de ayer con fulanito, de 4º A, que algo habrá que hacer con este niño, porque ya se pasa de la raya... La orientadora, que tiene el despacho junto a la máquina de café (es accidental, lo juro), me comenta un caso que está llevando. A las 10.57 me saco el café. Suena la música del patio. Salgo, que es martes y me toca.
Escuela infantil de Berriozar.
http://pamplonaactual.com/la-escuela-infantil-de-berriozar
-abre-sus-puertas-para-los-padres-y-madres/
Hace calor, lo que suele significar más conflictos. El calor altera al alumnado con facilidad. Resuelvo lo que puedo. Almuerzo el sandwich, hoy no se me olvida. Suena la música. 11.30. Vuelvo al despacho. Llaman al teléfono del ayuntamiento, preguntan sobre unos alumnos en riesgo social. Me piden un informe urgente. Me pongo a ello, siempre me ha resultado fácil redactar. 12.10. Tengo acabado el informe y he dado de salida el oficio.
Voy a abrir la puerta exterior, porque el conserje se ha ido al médico. Ya hay padres esperando. 12.30. Salen los alumnos. Vuelvo al despacho. Entran padres por el tema de las becas de comedor. La secretaria se pone en su mesa y atiende. Un compañero me pregunta sobre un material que quiere comprar, a ver si es posible. Un padre quiere hablar conmigo acerca de un conflicto de su hija con otra compañera. Empiezo el ritual: ¿Has hablado con el tutor primero? Afirmativo. Vamos al despacho de dirección, el auténtico, que es más reservado. 13.07. Teléfono. Buscan a un compañero para confirmar una excursión. Lo intento localizar. Cuando vuelvo a mi mesa, hay varios sobres de carácter oficial. Los abro y trato de archivarlos. 13.34. Hablo un rato con la secretaria sobre una actividad que estamos preparando. 13.45. Hace un cuarto de hora que hemos terminado el horario oficial, aunque en la práctica siempre dedicamos más tiempo en el despacho. Aclaro que los martes no tengo clase por la mañana, para poder avanzar trabajo. Y ya veis el resultado...
13.50. Me voy a comer al comedor escolar. Ya haré mañana la nota para el profesorado sobre la recogida de libros. O después de clase, claro.

Una mañana cualquiera en el despacho. Ya me diréis qué liderazgo, qué estrategia y qué narices se puede conseguir en una dirección convertida en chico para todo. Menos dinero para financiar libros de texto (una barbaridad en el caso valenciano) y más pensar en dotar de un administrativo a los centros de primaria. A ver si así cunde más el tiempo. Sin tener que sacrificar, cada día, gran parte del tiempo de descanso.

sábado, 24 de junio de 2017

Notas sobre el I Congreso de Convivencia Escolar (y 2)

Retomamos la revisión de las notas tomadas en el I Congreso de Convivencia Escolar celebrado en Sigüenza en mayo de 2017. La primera jornada, que se glosó aquí, fue realmente intensa. Por la tarde pudimos oír a Juan Carlos Torrego, dentro del panel de expertos sobre convivencia. Había dos paneles más, sobre innovación y sobre diversidad. En mi caso, elegí esta temática, que me parecía más adecuada al propósito de mi asistencia al congreso.
Una de las obras más
conocidas de J. C. Torrego
Juan Carlos Torrego nos ofreció una versión propia de las conocidas tres erres del reciclaje (reducir, reutilizar, reciclar) que consisten, tras una situación de violencia, en reconciliar, reparar y resolver en profundidad. Estas acciones se incluyen dentro de un modelo integrado que ha alcanzado cierta fama (justificada) en programas para el fomento de la convivencia. Este autor opta por programas amplios más que por muchos específicos, ya que parte de la perspectiva de centro (y esa es una de sus fortalezas, sin duda). Se propone la mediación a través de los alumnos ayudantes, práctica que ha demostrado muchos beneficios, y se ha comprobado la conveniencia de una participación masiva por parte del alumnado. También se recupera el papel de la tutoría, aun cuando no sea el tutor oficial quien la ejerza con alumnos concretos, sino otro docente con disponibilidad para mantener una relación de confianza. Se insiste en el trabajo y la práctica de las destrezas de cooperación, y esta afirmación nos sitúa ante uno de las dificultades más comunes en el tratamiento de la convivencia: plantearla aisladamente del resto de actuaciones pedagógicas del centro. Si se aprende a convivir cooperando, se facilita el buen trato también fuera del aula. Y no siempre somos conscientes de eso. En resumen, una ponencia bien hilvanada y que nos ofreció sendas para la acción.
Àngels Gradó, en representación de la red CONVIVES, nos habló de la convivencia positiva ya desde el saludo inicial, el africano Sawabona (Te respeto, te valoro) y su respuesta Shikoba (Entonces, yo existo para ti). La paz positiva se basa en la armonía social y en la equidad, en una visión procesual, en la que el conflicto se ve como una oportunidad y se ejerce la corresponsabilidad, una actitud proactiva y restaurativa. También nos planteó la necesidad de entrenar la mirada para pasar de la percepción a la acción y cambiar así la actitud. En un ingenioso juego de palabras, propuso transformar el conocido refrán "Piensa mal y acertarás" cambiando una sola letra para conseguir "Piensa más y acertarás". E insistió en fomentar las competencias para convivir, una de las ideas que yo llevaba al congreso, una de mis inquietudes previas: prevenir más que corregir, trabajar la convivencia antes de que ocurra el conflicto para que, cuando ocurra, estemos preparados para afrontarlo. Y esta ha sido, en mi opinión, una de las grandes carencias de la escuela tradicional.
Esta autora propone una dimensión en la que los aspectos cognitivos, emocionales, morales y sociales interrelacionan para conseguir resultados positivos en convivencia. Otra vez lo evidente, pero en ocasiones oculto en la escuela: la complejidad de las relaciones personales.
Ramón Flecha nos habló de las comunidades de aprendizaje y de dos de sus prácticas más conocidas, los grupos interactivos (que hemos aplicado en los últimos dos cursos en mi centro, yo mismo en cuarto y los tutores de tercero de este curso) y las tertulias literarias dialógicas, que favorecen la interacción positiva entre el alumnado y con las familias.
A continuación se nos habló de un convenio entre el ayuntamiento de Rivas-Vaciamadrid y el CREA para establecer un modelo dialógico de prevención de conflictos desde los cero años. Algunas de sus aportaciones más relevantes son romper la ley del silencio, ya que no nos enteramos de mucho de lo que pasa, y no trivializar cuando nos piden ayuda. Además, hay que denunciar la naturalización de la violencia.
Por su parte, Esteban Iborra aportó la experiencia de tantos años en el Movimiento contra la intolerancia, afirmando que la diversidad es un hecho, no un objetivo. El objetivo es defender la diferencia pero con los mismos derechos para todos.
El último día, Javier Urra nos habló de su trabajo con jóvenes y echó en falta una verdadera educación sentimental como manera de abordar la convivencia. De hecho, el acosador goza de perfil popular, pero no es querido. Al agresor le gusta sentirse respetado, que se traduce en temido. Pero los acosadores tienen un mal pronóstico en sus vidas: según estudios, tienen más probabilidad que la media de tener causa penal a los 24 años. Y, una vez más, se puso de evidencia la necesidad de actuar antes, no sólo cuando ocurre el conflicto.
En este sentido, y ya para concluir, se aportaron distintas experiencias en centros educativos, como las que mostró Patricia Melgar en el CEIP Santiago Apóstol de Valencia y en el Mare de Déu de Montserrat de Barcelona. Ambos centros buscaron una norma compartida y consensuada por todos. Las normas son éstas: 
         Me gusta que me trates bien. Si no lo haces, paso de ti (Santiago Apóstol)
         Tenemos que ser buenos amigos. Tenemos que defender a la víctima (resumen de Mare de Déu)
Como podéis comprobar, unos días intensos de formación y bien aprovechados. Hasta el próximo congreso, espero.




Sala de profesores: un retrato con sombras

Retomamos el blog con uno de sus epígrafes de más éxito, cine y educación. A lo largo de los ya casi doce años de esta aventura de opinar so...